El latín es una lengua muerta –Latina mortua est– se dice por ahí. ¿Para qué hablarlo? En sus más de tres mil años de historia, el latín ha muerto muchas muertes, y las ha sobrevivido. Está vivo en las lenguas romances modernas, en miles de dichos, en el vocabulario internacional de las ciencias, en la piel tatuada de incontables seres humanos, los diplomas de las universidades más prestigiosas del mundo, la arquitectura, los números romanos, la sátira, la comedia… son innumerables sus reencarnaciones modernas. Además, es un hecho comprobado que quien aprende latín, puede aprender otro idioma con más facilidad.